1. EN QUÉ MUNDO VIVIMOS.
El sistema económico neoliberal en que vivimos se sustenta en que el motor del mundo y del progreso es la competencia y el beneficio. Pero para funcionar necesita una cultura que lo legitime: aceptar todos como normal que nuestra propia realización consiste en la competitividad y el lucro.
Pero esto último es ya un modelo antropológico y no económico. Modelo antropológico que no es verdad: lo que nos realiza verdaderamente es preocuparnos por los demás, por el futuro de los otros.
El evangelio propone el modelo antropológico del buen samaritano solidario frente al sacerdote y levita que miran para otro lado. El evangelio condena al infierno a Epulón no por comer ricos manjares, sino por ser insensible al sufrimiento del que estaba en la puerta deseando coger las migajas de su mesa.
Una leyenda china lo narra así: “un hombre, cuando murió, visitó el infierno. Allí, vio a mucha gente sentada entorno a una mesa ricamente servida. Estaba llena de alimentos, a cual más apetitosos y exquisitos. Sin embargo, todos los comensales tenían cara de hambrientos y el gesto demacrado. El motivo era el siguiente: debían comer con unas cucharas; pero no podían, porque eran unas cucharas tan largas como un remo. Por eso, por más que estiraban su brazo, nunca conseguían llevarse nada a la boca.
Impresionado, el hombre salió del infierno y subió al cielo. Con gran asombro, vio que también allí había una mesa llena de comensales y con iguales manjares. En este caso, sin embargo, nadie tenía la cara famélica; todos los presentes lucían un semblante alegre; respiraban salud y bienestar por los cuatro costados. Y es que, allí, en el cielo, cada cual se preocupaba de alimentar, con aquellas cucharas largas, al compañero que tenía enfrente”.
2. CONSECUENCIAS ESTRUCTURALES.
La leyenda china habla desde el punto de vista antropológico, pero no sociológico. Y además se olvida de la cantidad de víctimas que produce.
En el terreno antropológico, las víctimas de esta manera de comer del “infierno” son los que sólo se preocupan de llevarse la cuchara a su boca: están famélicos, sienten vacío de sentido. Muy al contrario, las personas que se preocupan de dar de comer a los de enfrente consiguen la realización personal y social: Lo que nos realiza como persona es la cooperación.
Situados en el terreno sociológico, la manera de comer del sistema “infierno” produce millones de famélicos en este planeta. Y mientras no pasemos a la otra vida, nosotros debemos ocuparnos de ésta y en ella construir el reino de Dios.
La manera de organizar el modelo neoliberal este mundo produce víctimas. África es rica, pero está empobrecida. Latinoamérica es rica pero está empobrecida. Como el maíz, la soja, el trigo … pueden producirnos combustible para mover el llamado progreso (progreso económico, no antropológico según he dicho antes) y la economía tiene problemas con el petróleo, el mundo desarrollado (económicamente) hacemos sembrar maíz y soja a África o Latinoamérica y se lo compramos para que funcione la economía (de los opulentos) . Pero la gente que se alimenta básicamente de maíz o soja pasa a morirse de hambre. Así funciona la “libre” competencia y el “libre” comercio. Es un ejemplo de la INJUSTICIA ESTRUCTURAL DEL SISTEMA NEOLIBERAL.
En España y Europa, la crisis económica ha puesto de manifiesto que la situación de cierta bonanza nos ocultaba el mundo de injusticia. Haber subido de nivel consumidor nos adormecía que este sistema de desarrollo creaba más diferencias sociales y víctimas (el informe FOESA nos aseguraba hace años que había ocho millones de pobres y que ha ido creciendo la proporción); en el ámbito laboral, el empleo que más ha crecido ha sido el precario, el sin cualificar.
Este sistema siempre crea debilidad social y marginalidad, pero ahora se ha destapado la olla y sus efectos con el crecimiento desorbitado del paro.
3. ¿QUÉ TIENE QUE VER CON LA PASTORAL?
En el trabajo es donde se realiza y se visualiza la injusticia estructural anterior. La persona (el trabajador) queda sometida en un instrumento al servicio de la ganancia. La “libre” competencia y el “libre” comercio deja en condiciones de desigualdad al trabajador. Con palabras de Juan Pablo II, “el sistema socio-político liberal que, según sus premisas de economismo, reforzaba y aseguraba la iniciativa económica de los solos poseedores del capital, y no se preocupaba suficientemente de los derechos del hombre del trabajo, afirmando que el trabajo humano es solamente instrumento de producción, y que el capital es el fundamento, el factor eficiente, y el fin de la producción” (LE 8). La persona es considerada unilateralmente como productor, pero ¿dónde están las facultades de creatividad e iniciativa en el proceso productivo, de libertad, responsabilidad?. Dios tiene el proyecto de que la persona termine la creación con él y haga de esta tierra un jardín. Pero todo se viene abajo en este sistema productivo.
Un primer encargo pastoral de esta Delegación Pastoral del Trabajo es proclamar que El mundo del trabajo tiene la Buena Noticia de Jesucristo. Tanto recogiendo de la historia de la Iglesia y del magisterio los criterios cristianos que iluminan la construcción de esta sociedad, como denunciando los hechos contra el plan de Dios y la dignidad humana.
La Doctrina Social de la Iglesia rechaza el principio de rendimiento como criterio supremo del proceso de producción y distribución. El criterio de rendimiento sólo puede intervenir cuando se han respetado los derechos fundamentales que a cada persona competen por el simple hecho de serlo. Este progreso debe orientarse no hacia la mayor producción posible exclusivamente, sino al ejercicio de aquellas facultades.
Si arreglamos las condiciones del trabajo, conseguiremos superar muchas situaciones sociales sin tener que vivir de limosna para una vejez segura, para una protección contra el paro, para una sanidad extensiva a todos, para una familia que se vale por su propio trabajo en la responsabilidad de paternidad… La Doctrina Social de la Iglesia nos enseña el camino de denunciar los pecados estructurales y el de estar con las víctimas.
Un segundo encargo pastoral: si se producen víctimas y empobrecidos ponernos de su parte y acompañarlos. Poner a éstos en el centro de nuestra preocupación y planificación. Es la postura clave en el libro del Éxodo, de los Salmos, de los Profetas. Jesucristo es definido por los evangelios con esa misma preocupación tanto en sus discursos programáticos, como en sus acciones y las causas por las que sube a la cruz.
En consecuencia corresponde a los creyentes hacer planes en que los empobrecidos ocupen el lugar central o el punto desde donde ver la pastoral general: busquemos cómo conseguir que todos los cristianos los miren como el buen samaritano; busquemos las situaciones en que Epulón es insensible con los que están fuera de su mesa y denunciemos la situación. Esto no es objetivo para cuatro locos de unos movimientos o tendencias, ni sólo para una Delegación Pastoral, sino para todos los creyentes. En catequesis, en familia, en liturgia debemos trabajar con esta opción, ciertamente con pedagogía específica a su campo y momento de la vida (aunque no es lo mismo un niño que un anciano; no es lo mismo celebrar una fiesta que un funeral…)
4. LINEAS DEL SECRETARIADO DE PASTORAL DEL TRABAJO
Nosotros queremos afrontar este desafío desde el evangelio de Jesucristo, y a su estilo:
1.- Hacer carne de nuestra carne la situación de los empobrecidos del mundo obrero, situarnos en sus problemas. Es algo más que tener cercanía: se trata de compartir su suerte, de optar por ver la transformación de la realidad desde ellos.
2.- Descubrir con profundidad las causas de esta situación, sopesar las consecuencias para la vida de las personas. Y mirar todo esto desde el Evangelio y la DSI descubriendo la presencia de Cristo ahí: contemplar esa vida hasta encontrarnos con el Señor encarnado, roto, dolorido, crucificado y resucitado.
3.- Llegar a la transformación de estructuras y no sólo de los casos particulares. Si hay una epidemia provocada por una fuente contaminada y nos preocupamos sólo de arreglar los hospitales donde curar a los enfermos, pero no de sustituir o sanear la fuente, no cumpliremos con nuestra misión de ayudar a construir el reino de Dios en este mundo. Es a nosotros a quienes nos ha encomendado la transformación del mundo en reino suyo. No le debemos defraudar.
4.- Buscar la transformación de la realidad social y ver las respuestas junto con las personas que las sufren, con las organizaciones del pueblo. El paternalismo no transforma nada. Nosotros hemos de buscar el protagonismo de las víctimas, que tomen la vida en sus manos y se levanten con la dignidad de personas e hijos de Dios. Nosotros por buscar la eficacia tenemos el peligro de atropellar a la gente. Pero la persona, aunque no tenga reconocimiento social, vale infinito para Dios: “Señor ¿qué es el hombre para que te fijes en él?” (Sal 143).
5.- En el momento de actuar, es importante sacar a la luz las situaciones injustas, denunciar los problemas y sus causas. Sin odio, sino como quien vive la experiencia de Jesucristo y se deja llevar por el espíritu de Jesús, que se ponía de parte de los marginados en nombre de su Padre, pero sin resignarse. Contemplar a Cristo y seguirle a él en la unión que hace entre justicia y amor.
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